Mi hoja perenne.

Me cuesta tanto empezar de cero,
que le tengo miedo.
Ahora intento hacer otra vida
y recuerdo que lo tenía todo contigo.
Me duele empezar de nuevo.
Una jícara frágil entre el deshielo
es únicamente como me siento.
Aplaude la armonía con desgarro
animando a melancolía, pero ésta más se apaga,
porque a tu lado su nombre era sintonía.
Siento que no tengo corazón
para nadie más.
Te lo di a ti y no vuelve de regreso.
Siento que mi voz quiere saltar.
Quebrar mi miedo a estar sin ti,
hasta quedarme sin recuerdos.
Estas letras sólo son las lágrimas
que lloro en el silencio que albergo.
Veo el abismo en la punta de mis pies.
Pero debo correr.
Alejarme de tu hospicio.
No podré querer a nadie como te quise a ti.
Nuestro amor no tuvo fin.
Y aunque comience otra historia
tu siempre estás ahí.
Ábreme el pecho.
Sácame la vida que compartimos.
Con pensarte me hiero.
Aunque no quiero tenerte en mi cabeza
me persigue lo que tu y yo tuvimos.
Me he vuelto tan dura como
la piedra que partió mi entendedero
de un sólo golpe.
Tan fría como la lluvia de invierno
en la noche.
Dejé de ser yo cuando tu dejaste de estar en mi,
porque eres la herida que me absorbe.
No tengo más ganas de probar la decepción.
Será mejor recordarte como
recuerdos de niño,
que por más que extraño, no vuelves
porque eres del olvido.
Tengo ganas de llorar todas las lágrimas
envenenadas de soledad.
¿Qué eres tu cuando habiendo despedido
mi corazón, sigues arrebatandole la poca paz?
Déjame olvidar, o hacer sordo al eco de esta sal.
No podemos seguir hablando
de los rasguños que nos hicimos,
porque no dejamos de hacernos daño.
Nunca podrás decir que te traté como un pasatiempo.
O no recuerdas las caricias que te continuaba
haciendo después de matar al aliento?
Con cuál mimo de hojas de otoño
que bailan despacio emprendiendo un viaje.
Con amor de madre a su retoño.
Inconscientemente me buscas.
Yo me doy cuenta.
Me abres el tupido velo
que cubrí sobre tu recuerdo.
Ahora me alborota la idea de que
tu de mi no te irás nunca.
Las cosas que duelen hay que dejarlas en silencio,
porque si las dejas hablar, hieren más.
Podía haber dado mi vida por ti.
Mi sonrisa era tuya.
No había dos personas entre tu y yo.
Sólo una.
Me quedo con todo lo que he aprendido amándote.
Pero tu pérdida es un dolor
perenne e irreparable.