He aprendido que...

He aprendido que amor, no es sólo dar ni sólo recibir.
Es una necesidad de reciprocidad.
No es orgullo, es seguir ahí, dando tanto con defectos o sin ellos,
pasando por encima de lo opuesto.
No es tolerar límites ni derechos.
Es libertad junto a ti. Junto a lo nuestro.
No es cohibición ni prohibición por respeto.
Es respeto por un amor que no entiende de secretos.
Es sorprenderte a ti mismo por lo que eres;
por lo que llegas a ser.
Es llevar a esa persona, como un pensamiento.
Es odiar y querer, y entender que por más tropiezos
que hayan entre los dos,
amar es una vida y el odio un momento.

El último adiós.

La noche me habla sobre aquéllas sonrisas de victoria,
y aquéllas lágrimas de grueso dolor con las que creí que moría.
Sinsabor de una misma sinfonía.
Inmersos mis ojos en  un calor ardiente a punto de desbordar
un mar que ya no puede ocultarse tras la máscara.
Mi piel se pinceló de la rudeza de las cáscaras.
Los recuerdos que menos se olvidan son aquéllos que hiciste con delicadeza,
tramando que fueran los más especiales para quien lo hacías.
Y sin remedio, unas tristes cuencas a la luz de la noche, se vacían.
No enloquecí, sólo dejé de ser yo.
Y si no me entienden,
qué sabrán de lo que mi corazón sufrió...
No soy ni las virutas de amor quemado que un día fui.
Soy aquélla inflamable cortina de humo anunciada para no exhalar.
Mi tic tac grita amordazado
el auxilio con el que un día se sintió salvado.
Que no te di todo lo que tu quisiste, fue lo único que dejaste de encontrar,
pero de lo que recibiste, fue mucho más de lo que tú me ofreciste dar.
Me he cansado de buscarte, de fingir que me quieres aún,
de enloquecer por esperarte, pero no te das cuenta tú.
Que dé otra su vida por ti,
porque ya no escucho música donde creía que latías por mi.
No sé si volveré a ser lo que era,
sólo sé que dejé mi corazón allá donde te perdiera.
Creo que mi actitud es un mero escudero
que defiende mi pecho, para que no vuelva a romper de dolor.
Pero, ¿sabes?,  me echo de menos a mi misma por lo que fui contigo.
Pero ya no eres mi ombligo.
Sigo siendo la diferencia que te gusta.
Que lo nuestro acabase no quiere decir que me catalogues ahora
como un defecto o una culpa.
Sabes que no hay caricias como las mías, que las vas a extrañar.
Que un día fueron sólo tuyas y las dejaste escapar.
El veneno que emerge de la copa de tus labios,
no es  más que mi propio engaño,
por querer creer que nadie más sería razón de la que avivo.
No quiero ser víctima de una mentira que me provoco a mi misma.
Tu y yo ya no formamos parte de una misma vida.
Miéntete y di por tu cabeza una y otra vez que nunca te quise,
pero siempre sabrás que es tan falso como el velo que me viste.
Te clavé en el negro de mis ojos y sólo te veía a ti.
De quieta sonrisa mi boca, donde deshacías a tu antojo.
Te di mi vida a tus manos, y morí.
Borraste mi nombre y la fecha en la que entonces
no querías que me fuera.
Y al final fuiste tu quien me dejó desconcertada y desierta.
Me quedé en cada tilde de tus letras, como si no existiera.
A veces tú tan egoísta...
Que no te duela que haga mi vida sin tenerte en cuenta.
Haces de mi pensamiento un laberinto,
donde siempre vuelvo a un porqué.
Me intoxico de un bucle de remembranzas
en que apareces para hacerme doler.
Provocas que muera con sólo unas palabras.
Que mi mundo se pare y ya no haya risas.
Que mi gesto marchite y ya no exista.
Pero de esta secuela,
aprendo que el truco está
en que no te importe que te duela.
Al final de todo, las únicas ganas que tenía eran
de dejar de llorar todas las noches por ti,
a cambio de una caricia de alguien,
que sí me demostrara su amor.
Pues no sirve de nada construir un cielo alrededor de nadie,
porque cuando no haces algo bien,
sólo van a contar con lo que estuvo mal.
Siempre elegí complicarme la vida contigo.
Ser quien sostuviera tus defectos
y cuidara de ti, por encima de mi.
Tu elegiste descuidarme...
Sé que este es el último adiós, corazón.
Lágrimas que advierten enterrar vivencias que compartimos
para dejar de tenerte presente.
Me cansé del dolor que produce quererte.
Aún más de sentirme ausente, por este lastre
que causaste al romperme el pecho, como añicos los cristales.
Abriste mi corazón tirando el embalaje,
ahora quedó crudo, sin armas y sin traje.
Cargando de la herida donde disparaste.
Tu imaginación llegó a un extremo disparate.
Donde asociaste a la falta de costumbre
como síntoma de amante.
Entre todos los errores, que tú me demostraras con hechos las palabras,
era lo relevante.
Porque más que "te quieros", necesitaba mucho más, que me desmesuraras el alma...abrazándome.
Y por supuesto, amores ciegos donde debieras confiarme.
Caigo desde el precipicio por las balas,
donde perdí la cabeza por un tiro de tus armas.
Pero no me rindo, creo en mí, sé que soy capaz.
De rendir al orgullo de tenerte,
porque en ti, como pensaba,  no habita toda mi suerte.
A veces las cosas tienen que acabar de una manera fea,
para que con el tiempo te alegres,
dándote cuenta de que haber seguido por aquél camino,
era una mala idea.